Ébano:
Engañado como siempre supe estaría, camino por las calles miraflorinas en busca de una cita –la que sea, con quien sea, y en donde sea- . Sin más ánimos que los que Marfil me había inyectado aquella triste mañana. Teniendo la seguridad que ni una mujer en su sano juicio volvería la mirada y me guiñaría un ojo ante mis galanterías de poeta frustrado –si mirarte fuese un pecado, preciosa, que dios y sus ángeles me lleven directo al infierno- e improvisando una que otra presentación –hola, mi nombre es Ébano, y te pareces mucho a mi futura novia-, y como las mujeres gozan de una inteligencia superior –y más si andan en manadas- terminan tomando mi acto de amor como el simple paso del viento, como el croar de una rana –solo que más fea y menos inteligente-, como aquella mosca molesta que zumba y zumba y nada que se acerca la desgraciada. En esta oportunidad, debo reconocer, Marfil estaba completa e indiscutiblemente equivocada: hoy no era día para el amor, el romance y el sexo.
Consciente al fin de mi derrota, y dispuesto a regresar a casa para comer un poco de helado de chocolate, doy media vuelta y cruzo el parque Kennedy. De súbito, y sin estar listo, Verónica, alguna vez compañera en primaria, grita mi nombre desde el otro lado del parque. Dios mío, me sobresalto, mejor miro de frente y me hago que no la vi. En esto iba, pero mi ex compañera de colegio posee una habilidad innata para reconocer la indiferencia y sabe muy bien como sacar provecho de ello, escucho sus pasos presurosos rumbo a mi dirección. ¡Amigo!, grita casi en mi oído, hace uff que no se nada de nada de ti. Oh, por qué será, pienso, pero decido contestar: ¡vaya!, estás lindísima… ¿nuevo corte? ¡Me encanta! –si Marfil me escuchara-. Entonces, motivada por el halago con sabor a mentira, me pide acompañarla a un tienda, que necesita comprar unas cosas para su casa, que podemos aprovechar el tiempo para conversar un poco, que si tengo algo mejor que hacer -para nada, me encantaría-, que me veo más gordo, he sacado cuerpo, acaso soy padre, y que el trabajo y los estudios y las trasnochadas me han dejado ojeras y han dibujado en las comisuras de mis labios unas líneas bastante molestas, que me recomendará una buena crema. Voy escuchándola, paciente, voy a asintiendo, odiando a Marfil y su consejo de conquistar chicas al azar, voy mirando la tienda –que lejos está, diosito santo-, voy hablando y voy siendo cortado de la nada –mi amiga siempre tiene algo que decir y no lo dice porque necesita un poco de aire-, voy sopesando la posibilidad de volverme homosexual. Y la tortura, señores, sigue hasta la tienda. Y una vez se hace con huevos, café, pan tostado, mermelada de fresa, jamón del país, leche, me invita a ver una ‘peli’, amigo, en su casa. Y yo, cual caballero poco ocupado que soy y quiero ser siempre, acepto y lloro en silencio.
En su casa la cosa no mejora, saben. No recuerdo la película. Recuerdo, eso si, y muy bien, sus preguntas sobre mi castidad, la universidad, las relaciones, el ‘bobo’, el trabajo, mis días libres, las chicas que me gustan, si sé besar bien, si voy a visitar un gimnasio, si estoy comiendo a mis horas, si duermo lo suficiente, si la puta y la puta y la puta madre. Aishh!!.. no tengo nada en contra de las mujeres, es más las amo y las amo bien, pero, lo juro por dios, no vuelvo a obedecer alguno de sus consejos.
Gracias, Marfil.
Oh, por cierto, les comenté que terminamos besándonos. No me miren así, lo hice en un acto de piedad, de compasión. De todas formas, tan, tan, tan fea no es, se podría decir, además, que es agraciada. En fin. Lo que son las cosas, digo yo.
Engañado como siempre supe estaría, camino por las calles miraflorinas en busca de una cita –la que sea, con quien sea, y en donde sea- . Sin más ánimos que los que Marfil me había inyectado aquella triste mañana. Teniendo la seguridad que ni una mujer en su sano juicio volvería la mirada y me guiñaría un ojo ante mis galanterías de poeta frustrado –si mirarte fuese un pecado, preciosa, que dios y sus ángeles me lleven directo al infierno- e improvisando una que otra presentación –hola, mi nombre es Ébano, y te pareces mucho a mi futura novia-, y como las mujeres gozan de una inteligencia superior –y más si andan en manadas- terminan tomando mi acto de amor como el simple paso del viento, como el croar de una rana –solo que más fea y menos inteligente-, como aquella mosca molesta que zumba y zumba y nada que se acerca la desgraciada. En esta oportunidad, debo reconocer, Marfil estaba completa e indiscutiblemente equivocada: hoy no era día para el amor, el romance y el sexo.
Consciente al fin de mi derrota, y dispuesto a regresar a casa para comer un poco de helado de chocolate, doy media vuelta y cruzo el parque Kennedy. De súbito, y sin estar listo, Verónica, alguna vez compañera en primaria, grita mi nombre desde el otro lado del parque. Dios mío, me sobresalto, mejor miro de frente y me hago que no la vi. En esto iba, pero mi ex compañera de colegio posee una habilidad innata para reconocer la indiferencia y sabe muy bien como sacar provecho de ello, escucho sus pasos presurosos rumbo a mi dirección. ¡Amigo!, grita casi en mi oído, hace uff que no se nada de nada de ti. Oh, por qué será, pienso, pero decido contestar: ¡vaya!, estás lindísima… ¿nuevo corte? ¡Me encanta! –si Marfil me escuchara-. Entonces, motivada por el halago con sabor a mentira, me pide acompañarla a un tienda, que necesita comprar unas cosas para su casa, que podemos aprovechar el tiempo para conversar un poco, que si tengo algo mejor que hacer -para nada, me encantaría-, que me veo más gordo, he sacado cuerpo, acaso soy padre, y que el trabajo y los estudios y las trasnochadas me han dejado ojeras y han dibujado en las comisuras de mis labios unas líneas bastante molestas, que me recomendará una buena crema. Voy escuchándola, paciente, voy a asintiendo, odiando a Marfil y su consejo de conquistar chicas al azar, voy mirando la tienda –que lejos está, diosito santo-, voy hablando y voy siendo cortado de la nada –mi amiga siempre tiene algo que decir y no lo dice porque necesita un poco de aire-, voy sopesando la posibilidad de volverme homosexual. Y la tortura, señores, sigue hasta la tienda. Y una vez se hace con huevos, café, pan tostado, mermelada de fresa, jamón del país, leche, me invita a ver una ‘peli’, amigo, en su casa. Y yo, cual caballero poco ocupado que soy y quiero ser siempre, acepto y lloro en silencio.
En su casa la cosa no mejora, saben. No recuerdo la película. Recuerdo, eso si, y muy bien, sus preguntas sobre mi castidad, la universidad, las relaciones, el ‘bobo’, el trabajo, mis días libres, las chicas que me gustan, si sé besar bien, si voy a visitar un gimnasio, si estoy comiendo a mis horas, si duermo lo suficiente, si la puta y la puta y la puta madre. Aishh!!.. no tengo nada en contra de las mujeres, es más las amo y las amo bien, pero, lo juro por dios, no vuelvo a obedecer alguno de sus consejos.
Gracias, Marfil.
Oh, por cierto, les comenté que terminamos besándonos. No me miren así, lo hice en un acto de piedad, de compasión. De todas formas, tan, tan, tan fea no es, se podría decir, además, que es agraciada. En fin. Lo que son las cosas, digo yo.
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Ese olor a miel que se desprende del parque Kennedy es peligroso y fatal.
Más de una flor ha sigo testigo de historias, más de un lustrazapatos ha oficiado de juez de encuentros carnales y poéticos.
No es fea, claro que no lo es. Nada que merezca un beso es digno de fealdad, más allá de que la fealdad, así como la belleza, es subjetiva.
Pero la piedad no, por favor. La compasión es un engaño a sí mismos.
No te tengas lástima a ti mismo echandole las culpas a las innatas habilidades de la vida y el destino para reconocer la indiferencia.
Lindo lugar tu casa. Más allá de que acabo de venir de esos lares y por esos lares sé que moriré. De amor o dolor aún no sé. Pero sí que volveré.
Te acompañaré por un tiempo en tu camino, a ver dónde llegamos...
Tu casa sin dudas me encant´´o, y presiento que tomare agua mucho tiempo por aqui!
No entendi eso de su "hueco de inteligencia" como dicen eso? Este lugar expira inteligencia!
Este post me resulto super comico y si, las mujeres podemos ser completamente desquiciantes, pero eso nos hace mas interesantes aun!
Encuanto a su presentacion creo que yo vendria a ser muy "Ebafil", porque tengo un poco de ambos...
En fin, gracias por seguirme y obviamente los sigo! Desde mi pequeño mundo de aire y agua, hasta su casa!
Beso con gotas de agua de bienvenida!
Holaa..
pues dejenme decirles que no habia
tenido chance de pasar por aqui pero no me arrepiento... rei bastante con la entrada... creo que todos tenemos un poco de poetas frustrados xD
y juum eso de volverte homosexual jajaja x mi kbza tmb ah cruzado volverme lesbiana xD
y puees tuviste una tarde entretenida eso que ni que... dicen que las cosas inesperadas son las mejores
un saluudoo
"Oh, por qué será, pienso, pero decido contestar: ¡vaya!, estás lindísima… ¿nuevo corte? ¡Me encanta! –si Marfil me escuchara-."
Cuando he leído esto, he pensado hmm este blog me va a gustar.
"voy sopesando la posibilidad de volverme homosexual"
Aquí ya me he dicho a mí mismo, después de parar de reírme: vale, eso tmb lo has vivido tú más de una vez.. tienes q volver a pasar por este blog.
"Oh, por cierto, les comenté que terminamos besándonos. No me miren así, lo hice en un acto de piedad, de compasión. De todas formas, tan, tan, tan fea no es"
Cuando he leído esto, he llegado a la conclusión de que eres un crack. Nos veremos a menudo por aquí, sospecho!
Un saludo :)
nunca habia leido algo tan interesnate, digo todo escrito es muy bonito y apasionante...pero como las redacciones que aqui se escibe son mmuy buenas, son de las que llaman tu atencion solo por una linea.... y que esta sencilla linea que te dice mucho.... tu dedo se impulsa a dar clic.... y por ese instinto se conocen blogs tan apasionantes como lo es este....apasionante por que ??
por que lo que se encuentra aqui dia dia estas en espera de un escrito nuevo.
saludos
gaby (xoxo)