Solo para mi


Marfil:

Revisando la computadora encontré este poema, que hubiera deseado haberlo escrito. Fue hecho por la pluma de mamá. De sus nostalgias sobre la vida y el amor.

Tal vez desde ahí llegue estas inquietudes: la de amar, la de escribir, la de llorar.



Estoy sentada frente a ti, escuchando música que me hace recordarte,
Y siento que mi corazón se parte de tan solo pensarte.
Lagrimas salen de mis ojos, y no por ti, si no por mi.
Cuanto quisiera jamás haberte conocido para no sentir
Este dolor que aun causan tus recuerdos para mi
Fuiste el gran error que tuve en el camino de la vida
Pero no te culpo, solo yo soy la estúpida que alguna vez te amó
Y tu el gran amor que jamás debi tener.
Happy
"El amor, que no tiene geografía, no comprende de limites" - Tomás Eloy Martínez



Mira mis ojos y quiere decirme algo, confesar alguna verdad que la oprime, la castiga, y yo trato de no sonreír al descubrir sus intenciones, pero dejo que nuestras miradas se confundan en la oscuridad de la reciente noche. Entonces, vuelvo a la computadora, le muestro mi nueva historia, le pregunto si le parece interesante. Y ella la lee, la comenta, se divierte y trata de averiguar donde saco esas locas ideas –de alguna parte de mi enloquecida cabeza-, y nos miramos de nuevo, y nos amamos en el silencio de esa efímera mirada, y nos sentimos cerca y a la vez tan lejos. De pronto, estoy preso, reo de sus ojos, de su pelo, de sus labios. Y quiero no incomodarla, pero no puedo. Sabedor de su compañía, la posibilidad de no prestarle atención, aún cuando ella confiesa sentirse incomoda, me tortura, me castiga. Al fin caigo en el poder de su indiferencia, mantengo los ojos clavados en sus labios y trato de averiguar cual es el sabor del amor. Pero el amor aprende a desviar, con singular agilidad, mis oscuras intenciones: interroga mi historia, la vuelve suya, la halaga y concuerda conmigo en cada una de sus palabras. El amor sabe como distraerme. El amor aprendió que lo que único que en realidad deseo es verla. El amor es esquivo, es lento, es lindo, tiene la apariencia de una mujer con el cabello largo y los labios delgados.





El día avanza al igual que mi canción –your lookin so cool, your lookin so fly-, quiero terminar por fin con la agonía de tenerla cerca y no poder tenerla. La miro. No pronuncio palabras. Entonces, retrocedo solo para impulsarme –i wanna try to be the person you want, the person you need- y busco un contacto, el que fuera, de forma desesperada, sin importar cual grande termine siendo el asombro en aquellos ojos almendrados, y sin prestarle atención a la razón, que no entiende cuan grande es el miedo a perderla, y la beso, y ella me besa, y la felicidad, de súbito, llega a mi enloquecida existencia.




Sumergido en las caricias de aquella mujer de cabello castaño, olvido el sufrimiento que hasta ese momento me había oprimido el pecho. Sus labios dibujan los míos, acarician mis besos y me transportan al paraíso, lejos de ese dios vengativo que no comprende que el verdadero amor yace lejos de su existencia, y demuestran que aquella noche valía la pena vivirla. –im happy knowing that you are mine-. Temo, sollozo en silencio, beso sus besos, me lastimo con mis pensamientos, me atormento; soy consciente que esta felicidad es pasajera, que pronto se iría, y le confieso, acalorado como estaba por el temor a perderla, que la quiero, que la necesito, que sin ella no puedo ni quiero escribir, que ella significa para mi todo lo que no puedo ser: una buena persona, un alma bondadosa, un hombre sin inseguridades y temores. Le digo que no puedo ofrecerle muchas cosas a cambio, que solo mis historias son lo suficientemente valiosas en mi vida, pero que ella de todas formas ya lo tenía sin necesidad de pedírmelas. Ella no sabe contestar –the more, i think the more, i wish that we could lay here for hours and justa reminisce- . La espero. Le doy su tiempo. Aguardo paciente su respuesta. Lo entiendo, al fin digo, temeroso de que mis palabras sean confirmadas, que su silencio sea en realidad lo que tanto temía. Pero el amor, el beso, la caricia, no contesta, espera deje de hablar para que, después de un tiempo que me pareció eterno, conteste si, quiero ser tu novia.



Nota del autor: Gracias Never Shout Never, por ayudarme a conquistar a aquella mujer que, sin pretenderlo, me acaba de robar el corazón.
lunes de locos; ni mas con Marfil.
Ébano:

Engañado como siempre supe estaría, camino por las calles miraflorinas en busca de una cita –la que sea, con quien sea, y en donde sea- . Sin más ánimos que los que Marfil me había inyectado aquella triste mañana. Teniendo la seguridad que ni una mujer en su sano juicio volvería la mirada y me guiñaría un ojo ante mis galanterías de poeta frustrado –si mirarte fuese un pecado, preciosa, que dios y sus ángeles me lleven directo al infierno- e improvisando una que otra presentación –hola, mi nombre es Ébano, y te pareces mucho a mi futura novia-, y como las mujeres gozan de una inteligencia superior –y más si andan en manadas- terminan tomando mi acto de amor como el simple paso del viento, como el croar de una rana –solo que más fea y menos inteligente-, como aquella mosca molesta que zumba y zumba y nada que se acerca la desgraciada. En esta oportunidad, debo reconocer, Marfil estaba completa e indiscutiblemente equivocada: hoy no era día para el amor, el romance y el sexo.

Consciente al fin de mi derrota, y dispuesto a regresar a casa para comer un poco de helado de chocolate, doy media vuelta y cruzo el parque Kennedy. De súbito, y sin estar listo, Verónica, alguna vez compañera en primaria, grita mi nombre desde el otro lado del parque. Dios mío, me sobresalto, mejor miro de frente y me hago que no la vi. En esto iba, pero mi ex compañera de colegio posee una habilidad innata para reconocer la indiferencia y sabe muy bien como sacar provecho de ello, escucho sus pasos presurosos rumbo a mi dirección. ¡Amigo!, grita casi en mi oído, hace uff que no se nada de nada de ti. Oh, por qué será, pienso, pero decido contestar: ¡vaya!, estás lindísima… ¿nuevo corte? ¡Me encanta! –si Marfil me escuchara-. Entonces, motivada por el halago con sabor a mentira, me pide acompañarla a un tienda, que necesita comprar unas cosas para su casa, que podemos aprovechar el tiempo para conversar un poco, que si tengo algo mejor que hacer -para nada, me encantaría-, que me veo más gordo, he sacado cuerpo, acaso soy padre, y que el trabajo y los estudios y las trasnochadas me han dejado ojeras y han dibujado en las comisuras de mis labios unas líneas bastante molestas, que me recomendará una buena crema. Voy escuchándola, paciente, voy a asintiendo, odiando a Marfil y su consejo de conquistar chicas al azar, voy mirando la tienda –que lejos está, diosito santo-, voy hablando y voy siendo cortado de la nada –mi amiga siempre tiene algo que decir y no lo dice porque necesita un poco de aire-, voy sopesando la posibilidad de volverme homosexual. Y la tortura, señores, sigue hasta la tienda. Y una vez se hace con huevos, café, pan tostado, mermelada de fresa, jamón del país, leche, me invita a ver una ‘peli’, amigo, en su casa. Y yo, cual caballero poco ocupado que soy y quiero ser siempre, acepto y lloro en silencio.
En su casa la cosa no mejora, saben. No recuerdo la película. Recuerdo, eso si, y muy bien, sus preguntas sobre mi castidad, la universidad, las relaciones, el ‘bobo’, el trabajo, mis días libres, las chicas que me gustan, si sé besar bien, si voy a visitar un gimnasio, si estoy comiendo a mis horas, si duermo lo suficiente, si la puta y la puta y la puta madre. Aishh!!.. no tengo nada en contra de las mujeres, es más las amo y las amo bien, pero, lo juro por dios, no vuelvo a obedecer alguno de sus consejos.

Gracias, Marfil.

Oh, por cierto, les comenté que terminamos besándonos. No me miren así, lo hice en un acto de piedad, de compasión. De todas formas, tan, tan, tan fea no es, se podría decir, además, que es agraciada. En fin. Lo que son las cosas, digo yo.
Ébano y Marfil

Ébano y Marfil, la pasión de los condenados, la incredulidad de los realistas, la realidad de los escépticos, el escepticismo de los creyentes. Ébano y Marfil, ella y yo, yo y ella. Ébano y Marfil, el final de una vida y el comienzo de otra, acaso menos comprensible, acaso menos larga.
Ébano y Marfil es una reflexión, una caricia, un baño de lucidez y otro de ensueño. Un camino por conocer. Una idea trazada que nos lleva directo a la locura, que no deja vivir en paz, que no permite el cambio y que sofoca, hiere, molesta. Un brindis con cianuro, y así perderle el miedo a lo desconocido, a lo que antes temíamos pero ahora enfrentamos con la cara hacia arriba, sabiendo el final está cerca y la muerte es lo siguiente. Una lectura inevitable e imperdible. Una maldita obsesión. Una droga para la mente. Y no hay cura, señores, porque si de todas formas ese el único paso que nos falta por qué aplazarlo. Para qué dejarlo ir de nuestras manos si ya todo esta consumado, si morimos desde siempre, si con el final del día nos encontramos a poco tiempo. Para qué…
Ébano:
Soy en quien nadie cree, en quien piensan no puede escribir ni salir adelante. Soy el que cree que llorar está bien. Soy quien escribe poesía para olvidar que la vida y el amor le fueron extrañamente esquiva, particularmente insoportable. No soy un camino. No doy mensajes ni reflexiones. No espero nunca que vengan a por mí si yo aun puedo caminar e tras lo que deseo. No necesito sentirme importante porque aprendí que la verdadera importancia radica en sentirse bien con uno mismo, en saberse inteligente y dispuesto a sobresalir, en no trazarse un limite, en decidir con la cabeza. Aprendí que el corazón, como ser incompresible que es, viaja solo, experimenta, confiesa, calla, ama, odia, llora, sangra…

Marfil:
Y yo soy alguien que quiero y no puedo ser. Que espera de la vida alguna recompensa por los años de sacrificio y trabajo. Que se desespera ante las injusticias. Que llora bajo la almohada porque teme que papá la escuche y le diga que llorar está mal, que nació para sonreír y ser feliz.
No soy escritora ni quiero serlo. Es más, a veces me levanto pensando si todo lo que hago ahora es lo correcto, si pierdo el tiempo escribiendo cartitas de amor y poemitas que nunca nadie leerá, o si es así, no prestarán atención. Creo que escribo para ganar algo de tiempo extra, o para no sentirme tan sola, o porque la razón dejó de serlo y ahora me obliga a entrar en un mundo que no pertenezco ni quiero pertenecer. Sé que no debería escribir todas estas cosas, teniendo en cuenta que una de nuestras metas es ser leídos, y que esto tendría que ser un relato de mi propia personalidad, de algún rasgo peculiar en mi carácter. Lo sé y me atengo a las consecuencias.
En fin.
Así soy y así están las cosas.
Fatalidad
La princesa no solo aprenderá a ser princesa, sino que, además, a ser mujer, reina y madre porque para eso nació. Su vida ha sido marcada por la fatalidad. Aprenderá a verse bella, a opinar cuando se lo pidan, a rendirse ante los mandatos de quien decidan sea su verdadero amor. La princesa no conocerá el hambre ni la sed, la vergüenza y desdicha; paseara por los jardines del palacio, en principio, de la mano de su madre y, posteriormente, de quien asignen su cuidado. Amará cuando se lo ordenen y caminara por el pueblo cuando sea necesario. Verá el mundo a través de sus finas cortinas de seda, y jamás preguntará qué está pasando fuera pues esos son asuntos del rey, el mismo que compartirá con ella las tardes en el gran comedor y las noches del amor ficticio, sin pronunciar palabra, sin confesarse feliz o triste o satisfecha o insatisfecha. La princesa dirá siempre ama su vida. La princesa aprenderá idiomas y a leer y escribir. Leerá los poemas que digan ser necesarios para su educación. Sabrá de arte y retorica, de poetas y filósofos. Su vida transcurrirá rápido y será recordada por haber sido esposa de un gran monarca, de un hombre inmaculado. Las generaciones futuras conocerán su nombre, más no sus obras pues, en realidad, no tuvo ninguna. La princesa se sabrá resignada, incapaz de discrepar, impura si desea otra vida, otra caricia, otra habitación. Irá a misa siempre y confesará sus pecados ante el sacerdote, ante el cardenal, ante el papa. Se casará. Será la envidia del reino. Callará cuando escuche de guerras –si en caso logre enterarse de alguna-, si sabe el rey ya no se siente satisfecho con ella. La peinaran, bañaran, mimaran, tendrá hijos, irá a otros reinos a importantes celebraciones. La añoraran, amaran, desearan, envidiaran, imploraran. Ya anciana su habitación no será suya porque no le correspondería. La muerte le llegará de pronto. Lloraran por ella mientras piensan que ya estaba lo suficientemente anciana como para seguir viviendo. La princesa, sabe su futuro y lo espera en ese único grito de impotencia, gracias a la licencia que le dan a los que acaban de nacer y, sin que lo imaginemos, ya conocen lo que es morir.
carta abierta a quien deseo y no puedo olvidar
A Johana.
No soy objeto de nadie. No pienses controlarme. No te llamare ni caminare hasta tu casa, tampoco escribiré cartas o preguntare por ti. Prefiero leer, escribir, escuchar música, ver películas, estudiar antes de buscar tu número y llamarte para salir. No te extrañare. No te preguntare si pensaste en mi o si te gusta el helado antes que las pizzas, si prefieres pasear o sentarte a platicar. No te voy a celar. No voy a mentirte si no me gustó hacer el amor contigo, cuando mucho antes que tu estoy yo. Debes saber, además, prefiero que la tierra se abra y, una vez estés en el infierno, no volver a verte. Eres la parte menos importante de mi vida, la ultima persona que buscaría para pedir consejo. Tu presencia, y ve sabiéndolo de una vez, no me hace falta, no te necesito, espero no hacerlo nunca.
Estoy cansada de llorar, sabes, de preguntarme qué pasará el siguiente día, si todo cambiará o si seguiré torturándome con mis inseguridades y dudas. He decidido vivir por mi cuenta, gozar de lo más simple, proyectándome a lo mejor. Lo merezco. Lo merezco por cada lágrima que brotó de mis ojos en esas noches donde no existía para ti, donde te esperaba, bien arreglada, para salir, para sentarme en esa banca y escuchar tus eternos problemas, tus quiméricos ideales. Hoy soy otra. Hoy no es como ayer. Hoy es un nuevo día. Hoy es un día donde ‘no’ es la respuesta, donde ‘en otro momento’ es prioridad, donde ‘yo deseo’ es un mandato real. Hoy decidí no pensar en ti, no esperar que los años te cambien, porque sé eso no pasará. Seguirás en tu mundo de autos de lujo y patines, de guitarras y concierto semanales, mientras yo leeré toda la noche sabiéndome única por intentar algo, por ir tras la vida y no esperar que ésta me llegue por arte, y bondad, de algún dios inexistente. Hoy no eres tú. Hoy soy yo.
El momento es ahora. El pasado solo es eso. El futuro es una nueva historia, un ‘eliminar’ en mi computadora, un ‘inicio’ en mi cabeza, un ‘volver a intentar’.
Escribo esta carta mientras te recuerdo, mientras una gota se resbala por mi mejilla, mientras soy asaltada cruelmente por la extrema nostalgia, mientras te deseo cerca y te sigo esperando.
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